Durante muchos años corrí sin parar, kilómetros enteros entre el Bosque de Tlalpan y la casa de la familia gringa con la que viví en el bosque de New Hampshire. La obsesión es algo que comparto con muchos miembros de mi familia. Este libro es parte de eso. En la búsqueda de perfección una puede quedar abatida o crear una obra de arte. La obsesión también genera amor, vértigo, cambio. Sin obsesión no hay deporte: ¿a quién le interesa correr cuarenta kilómetros y trabajar para lograrlo? ¿A quién le interesa escribir sin parar por meses un texto autorreferencial intentando crear un objeto estético? ¿A quién le importa entrever alguna resolución sobre la verdad del sufrimiento humano, la enfermedad y las letras?