Ella ha metido en su cuerpo todo tipo de sustancias, por meses. Delirios, mordidas, tristezas acumuladas, pequeña muerte diurna que el amigo terapeuta ha visto; la conoce, la tienta, la besa en las mejillas. Ella no deja de llorar. Él la invita a quedarse por la mañana en su casa. Que descanse, le pide. Ella se queda en aquella habitación con olor a incienso, un tapete donde él medita, una sala con muebles heredados, unos árboles que se ven a través de las ventanas/

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