Con el tiempo mme di cuenta de que simplemente yo reaccionaba con violencia; que era mejor que con lágrimas y depresión ante el contexto de enfermedad de toda mi familia. Mi tía estaba en una silla de ruedas porque había tenido un accidente de coche. Mi papá había pasado casi un mes en terapia intensiva y después había desarrollado enfisema pulmonar. Mi familia no tenía suficiente dinero para seguir con la vida de clase media que les permitía que una nana nos cuidara, ir uniformados a una escuela católica o jugar tenis los fines de semana. Mi papá ya no jugaba al tenis, se quedaba en casa, deprimido, en pijama, porque aunque seguía trabajando el cuerpo ya no le daba para más. Mis hermanos, cada uno, hacía como podía, y lo que más hacíamos era pelearnos. Yo, dentro de mi mundo interior, encontraba que dibujar nubes y arcoíris, y poner una manta en la cama de abajo de la litera, era mi único territorio personal, era el único refugio de las peleas y la enfermedad /

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