Pasé de ser una preadolescente violenta a una adolescente con muchos amigos hombres. Encontraba que salir a jugar hockey sobre césped o charlar en cafés de política era mucho más divertido que verse en un espejo la supuesta gordura que cualquier adolescente piensa que tiene. Exploraba la sensualidad a través de la palabra y las cartas. Escribí en esa época muchos cuadernos contando mis aventuras con mis amigos. Con el tiempo me iba enamorando de algunos, pero el cambio inestable de gustos era la variable más estable de todas. Si reviso los diarios de esa época, me gustaba un muchacho diferente cada dos o tres semanas. Mucho dependía de si yo sentía que ese muchacho no gustaba de mí.