Mi padre seguía enfermo en casa y no tenía muchas posibilidades de tener un espacio de intimidad con nadie. En mi casa no se podía porque, además, éramos cuatro hermanos y siempre había gente. Mi papá pasaba los días y la tardes mirando por la ventana a los colibríes y yo entonces buscaba en la casa de mis amigos, o el club, para poder establecer lazos. Pero todos estos eran espacios públicos. Nunca en mi adolescencia pude estar en el cuarto de algún muchacho. Lo más cercano a la intimidad fueron los coches. /