Entonces, bajo este esquema muy reglamentado también salían las obsesiones. Por mi cuerpo, por el cuerpo de los demás, por la apariencia y el gusto. No sabía lo que era un orgasmo, ni lo que era tener relaciones sexuales. Había visto un poco de pornografía en casa de una amiga que sí que estaba muy sola, pero fuera de eso no había podido enterarme, por alguna amiga cercana o mi hermana mayor, cómo era vivir una sexualidad abierta.