Una muchacha acaba de caer en cama. De nuevo. Vive sola y está triste. En su mirada y sus ojeras se pueden ver las noches en vela. Ella dice que quiere ser actriz. Estudia y trabaja en un teatro de cuarta en la periferia de una capital europea. Pero ella es extranjera. En las noches, cuando sale de sus clases, siempre intenta convencer a sus compañeros de ir a tomar una cerveza. Nunca quiere volver a su casa porque no tiene una en realidad. Vive en un cuarto donde a duras penas cabe una cama individual y su tristeza que por las noches sale hacia una ventana que da a una construcción. Tiene un escritorio y una computadora que es donde escucha música y escribe. Pero las noches de esa ciudad la ven siempre rondando los bares, sola o acompañada hasta la madrugada, cuando vuelve a su cuarto para dormir toda la mañana y levantarse para ir al trabajo cuando cae el sol. Es invierno. Hace frío. Su cuerpo ha colapsado. Sus huesos duelen. Su cuello duele. Ha tenido un accidente años antes. Es joven pero su mente es vieja. Está dolida. Su cuerpo no puede andar. Y el único acto de amor que encuentra entre todos esos extranjeros es un compañero de clase, que es terapeuta y la invita a su casa para hacerle una cura tailandesa /