<div class="prefacio">
<div class="cabeza"><span class="ui-icon ui-icon-pin-w pin"></span></div>
<p class="ensayistico">
Según esta definición medieval de los humores o personalidades, tenemos, todos, un exceso de algún elemento que nos vuelve sanguíneos, flemáticos, melancólicos o coléricos. A partir de este exceso se trabajaba en la antigüedad la noción de salud y, por lo tanto, de la enfermedad. Con el tiempo, la ciencia convirtió al cuerpo en una máquina con células, tumores y exceso de componentes químicos, virus, bacterias que desde el exterior entran a nuestros cuerpos “perfectos” para enfermarlos.
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<div class="prefacio">
<div class="cabeza"><span class="ui-icon ui-icon-pin-w pin"></span></div>
<p class="ensayistico">
Se dice que la ciencia es verdadera y que lo único que debemos hacer es creer en los resultados de unos análisis clínicos para encontrar la cura a nuestra falta de salud, física y psicológica. El presente estudio poético se encargará de indagar en las grietas que se abren desde la pulsión de los cuerpos emocionales para encontrar otras aristas no resueltas por las estadísticas, sin intentar contraponer desde el raciocinio otra teoría sino, desde lo poético, una opción perceptiva sobre la enfermedad. Dar cuenta del discurso que queda detrás de toda enfermedad, de la narrativa que queda velada desde el punto de vista clínico para poder conectar con nuestras vidas y quizá encontrar una cura estética a nuestro dolor. /
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<div class="prefacio">
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<p class="ensayistico">
Los humores propuestos son una aproximación diversa a la expresada por la medicina antigua. Los fluidos que se desarrollan en este texto son: la sangre, las lágrimas, los fluidos sexuales y el sudor. Como si fueran parte de las personalidades contemporáneas, nos acercaremos al sufrimiento y al dolor, a la enfermedad y a la deformidad, a partir de estos cuatro fluidos vitales del cuerpo humano en la búsqueda de la relación poética entre ellos, pero también desde una perspectiva cultural y contemporánea de lo que hoy está descrito como una máquina perfecta: el cuerpo humano, y lo que hay dentro, parar ir hacia los intersticios y encontrar que entre las capas de lo que conforma a los cuerpos hay algo que quiere ser nombrado, también /
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<div class="prefacio">
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<p class="ensayistico">
Para escribir sobre el dolor, hay que escribir del cuerpo. Ya lo escribe Cristina Rivera Garza en su texto <span class="italica">Dolerse: Solo una historiografía centrada en el cuerpo puede albergar estudios sobre el dolor: cuando estudiamos el dolor en realidad estamos acercándonos con todas nuestras herramientas teóricas y metodológicas al cuerpo.</span>
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Cristina Rivera Garza cita aquí a otra escritora. Y yo a ella. Esta voz está hecha de las construcciones mentales que devienen de todo eso que leemos.
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<div class="sangre">
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<p class="ensayistico">
Buscamos ser perfectos. O más bien, buscamos dejar la deformidad real. Nos pensamos diferentes a lo que somos. Nacemos deformes y morimos de la misma manera. Somos una especie de monstruos que guardan en su sonrisa y sus lágrimas lo bello de ser humanos, y aun así pasamos la vida intentado dejar atrás la infancia, la malformidad, la enfermedad y el sufrimiento. Somos seres que nunca aceptamos nuestra naturaleza, quizá por eso hemos inventado que hay ángeles de los que somos descendientes. Pero los fluidos en nosotros nos definen, de forma científica o chamánica. De forma psicológica o psiquiátrica. Los fluidos son inaprensibles y aun así fundamentales. Ya sean vistos desde la perspectiva médico actual, su estudio sigue siendo un foco de atención, antes y ahora. Podríamos comenzar entonces por la sangre, líquido entre viscoso y amorfo, entre pesado y ligero, entre vivaz y mortal.
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<div class="sangre">
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<p class="ensayistico">
Todo esto para entender en realidad algo de lo que no hemos hablado hasta ahora de forma limpia: el ser humano es un ser sufriente, ya sea cuando enferma o cuando tiene salud. El dolor y el sufrimiento se relacionan de una forma compleja con la enfermedad y, por lo tanto, con la vida y la muerte de los seres humanos. Hemos pasado toda la historia de la humanidad peleando y haciendo guerras y buscando la forma de dejar de sufrir; una paradoja. Quizá el sufrimiento y la guerra sean los dos grandes temas de nuestra civilización, de ahí se han desarrollado las formas de pensamiento, las relaciones sociales, políticas y económicas, así como la relación con lo divino y lo pagano, con la medicina y con la búsqueda estética, la poesía y la palabra.
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<div class="sangre">
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<p class="ensayistico">
Se dice que hay distintos tipos de sangre. Los antiguos médicos creían que las personalidades estaban definidas a partir del tipo de humores que generan los cuerpos. Entre ellos está el sanguíneo, que significa que uno es colérico. Como mi padre. Muerto. Como yo. Enojarse mata. Dicen. El cáncer viene del enojo enraizado. Por eso, ahora, toda esta vía del optimismo. Para salvarnos de la muerte. De ser coléricos y sanguíneos. Ahora, lo de hoy, es permanecer inmóvil. Pero el dios antiguo era colérico también, y también destruía ciudades enteras para regenerar el mundo.
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<div class="sangre">
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<p class="ensayistico">
La sangre es lo primero que los doctores tratan y lo último que se saca de un cuerpo cuando muere. Nadie quiere enterrar a un muerto lleno de sangre. Eso hace que se descomponga más rápido. ¿Entonces, la sangre de los miles de muertos, dónde está? Alimenta a los recién nacidos.
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<div class="sangre">
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<p class="ensayistico">
De la sangre viene también la descendencia. Se han hecho largos textos argumentando la línea de sangre de las familias. Se dice que se comparten y se mezclan, algunas son afortunadas y otras mezclas envenenan. Qué paradoja. La propia descendencia puede envenenar la vida. Otras veces la puede salvar. Un hermano puede darte un riñón u otro pedazo de órgano. Compartimos la conformación de la sangre y los pedazos de carne comidos en la infancia.
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<div class="sangre">
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<p class="ensayistico">
Antes de la aparición de la genética era la sangre la que determinaba mucho de nuestro destino filiar y familiar. La sangre sigue siendo lo que une la vida con la muerte y lo que une a un hermano con otro. Somos sistemas familiares unidos por el rojo de la sangre y su derramamiento. A eso le llaman venganza. Las familias se han matado unas a otras desde el principio de los tiempos. Pero también se enferman, dentro de ellas, entre ellas, y con otros. /
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<div class="sangre">
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<p class="ensayistico">
La necesidad de mantener al clan trae consigo su propia caída y enfermedad. La paradoja es que mientras más se intenta cuidar a un clan, más logramos su desaparición. Lo mismo sucede con la antisepsia. Mientras más se intenta que un lugar esté libre de bacterias y parásitos, más hacemos que el humano que crece en ese ambiente no pueda compartir la contaminación del mundo. Necesitamos la enfermedad para sobrevivir. Mientras más intentamos ser positivos y sanos, más locos aparecen con metralletas derramando la sangre de otros clanes. Quizá sea solo el síntoma de la enfermedad del cuerpo social. Pensar en Hobbes, en estos tiempos, parece a veces una buena idea, en tanto que la guerra de todos contra todos es una imagen en los medios de comunicación todos los días.
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<div class="sangre">
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<p class="ensayistico">
Sangre, sufrimiento y emoción están correlacionados. La sangre corre roja por las venas en el momento en que sufrimos o nos emocionamos. La emoción, que parece psicológica, es también física. Quizá por eso también enfermamos. Un día una mujer miraba apaciblemente el paisaje hermoso de las montañas desde la terraza de su casa cuando su ojo comenzó a inflarse, a llenarse de coágulos de sangre. Se le desprendió la retina y no pudo ver más con ese ojo. Entró empujando su propia silla de ruedas hacia el interior de la casa para llamarle a su hermano doctor. Había que operarla de emergencia. La sangre había salido hasta en los lugares más recónditos e imposibles: su ojo. Su mirada nublada para siempre, mientras sus parientes soltaban por esas mismas comisuras agua salada llamada lágrimas, para expresar el sentir y la tristeza de verla sufrir. Ella decía: <span class="italica">me voy corriendo al doctor </span>cuando colgó el teléfono. Correr es un decir, pues más bien se arrastraría ayudada de unas ruedas y una silla que la llevaría de nuevo al quirófano.
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<div class="sangre">
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<p class="ensayistico">
La ciencia nos dice que somos conexiones neuronales. Pero, sobre el concepto de “alma”, lo real es que no sabemos si lo aprendimos o es, como diría Platón, una Idea. Lo cierto es que cuando uno está conectado con el exceso del cuerpo algo sucede en el interior con la voz y con el sentir, con el pensamiento de uno y del otro. Pero sentirlo no es suficiente. Cambiarlo quizá sea el objetivo. Porque al final queremos entender para dejar atrás el dolor y regresar al paraíso donde hay compresión y dicha. ¿Cierto? O queremos dejar lo vivido y el dolor del pasado. O no queremos repetir la vivencia del dolor. Siempre está presente el miedo, a la vida y la muerte.
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<div class="sangre">
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<p class="ensayistico">
La ley, la ciudad y la sociedad están fundadas sobre el derramamiento de sangre. No matarás, es el primer mandamiento. No matarás. No abrirás un cuerpo. Por siglos estuvo prohibido abrir un cuerpo para inspeccionarlo. Fue hasta que la medicina moderna decidió volver a abrir a los cuerpos que pudimos vivir más años. Fue hasta que se decidió que la sangre era solo sangre y que los cuerpos no eran alma, que se pudo encontrar la cura a las enfermedades. Solo a partir de la transgresión de las normas morales, éticas y religiosas. La religión cuida que no pequemos, pero también que sigamos las reglas, y las reglas nos pervierten. Solo se encuentra la cura si se va más allá de la norma. Linda moraleja. Los reumatólogos no abren cuerpos. Toman radiografías, tomografías y hablan con los pacientes. Normalmente las pacientes. Para los reumatólogos no hay sangre, hay articulaciones /
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<div class="sangre">
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<p class="ensayistico">
Para algunas religiones sigue prohibido hacer transfusiones de sangre. La sangre es sagrada, dicen. Si mantenemos nuestro ser en nuestro interior, entonces estamos a salvo. Piensan. Los unos y los otros /
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<div class="lagrimas">
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<p class="ensayistico">
El llanto continúa pero la sensación es otra. Es un llanto curativo. Es un llanto que comienza a dar masaje al cuerpo. El cuerpo sigue meciéndose sobre sus propias piernas, escucha mi voz de nuevo, no esa otra voz que venía de mis entrañas, extraña, monstruosa. Escucho mi llanto, el conocido, el consciente, el de esta dimensión. Mi cuerpo comienza a calmarse. Reconozco mi nueva grieta. Será difícil cerrarla. Hay algo en el ambiente que queda para siempre abierto. No sé si volveré a confiar en ese otro. No sé si se podrá seguir la convivencia. Lo cierto es que el tiempo sigue. Las camas siguen ahí. La voz de mi hija en la otra habitación vuelca todo hacia la cotidianidad de la tarde, de preparar la comida, de preparar el baño, de que el tiempo y el espacio se configuran de nuevo en algo que pensamos es lo real.
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<div class="lagrimas">
<div class="cabeza"><span class="ui-icon ui-icon-pin-w pin"></span></div>
<p class="ensayistico">
El agua no solo es el líquido amniótico donde nos desarrollamos dentro del vientre de la madre, también es el agua que recorre nuestro organismo pero que, cuando se vuelve salada es porque recoge. quizá del centro de la tierra y el universo. esa herida primigenia que tiene que ver con la separación de la madre o con la separación de la fuente.
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<div class="lagrimas">
<div class="cabeza"><span class="ui-icon ui-icon-pin-w pin"></span></div>
<p class="ensayistico">
El dolor de cabeza produce cansancio y la imposibilidad de trabajar. La enfermedad se ha vuelto el único enemigo de la productividad. Quizá por eso han hecho que vivamos más tiempo. Si enfermamos no somos productivos. /
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<div class="lagrimas">
<div class="cabeza"><span class="ui-icon ui-icon-pin-w pin"></span></div>
<p class="ensayistico">
Si enfermamos no servimos al sistema. Los enfermos y los locos, ya lo dijo Foucault, son recluidos en los asilos y hospitales para que no estorben a la producción de grandes bienes de consumo. Todo eso se oye bonito hasta que uno ve que un padre no puede producir y, por lo tanto, queda en cama, en casa, sin nada que hacer; que se deprime tanto que no quiere ni bañarse mientras la madre, mi madre, sale al mundo a tener que trabajar por cinco personas, un enfermo y cuatro adolescentes que, además, viven en una sociedad de una clase social más alta a la que ellos y ellas aspiran /
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<div class="lagrimas">
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<p class="ensayistico">
Quien diga que no se escribe con el cuerpo está equivocado, no ha podido entrar en ese mundo intermedio entre la belleza y la verdad. Ese mundo dionisíaco que yace ahí para que desde un velo casi invisible podamos crear imágenes falsas, que digan verdades representables, es decir, verdades a medias. Quizá yo no tenga las enfermedades de mi familia sobre mí; quizá simplemente un virus entró y me ha hecho estar enferma estas semanas. Quizá, simplemente tengo bajas las defensas y sobrecarga de trabajo. Simplemente eso. Sería mejor pensar así: de forma científica.
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<div class="lagrimas">
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<p class="ensayistico">
Para los médicos modernos las enfermedades están causadas por virus, bacterias, accidentes, vejez, mal funcionamiento. Es decir, en un momento dado la máquina humana deja de estar bien aceitada y, como los coches, hay que componerlos. Un poquito por aquí, un poquito por acá. Listo. Hasta que llega la muerte o la enfermedad crónica. Ahí ya no hay nada que hacer. Pero se siguen descubriendo remedios para curar. Siempre he pensado que sería fantástico descubrir una cura para el dolor y el sufrimiento. Arrancarlo de raíz. Ser capaces de estar en el mundo sin sentir pena ni hastío. Sin sentir una degradación llamada profunda tristeza o desesperanza. La desesperanza es la peor de las sensaciones porque a partir de ella es que la vida de desarticula. Cuando la vida se desarticula, lo hace la cotidianidad, el tiempo, las relaciones, los afectos. Todo el artificio se derrumba y queda solo una especie de niño cortado dentro de una. Como un niño que llora sin parar dentro de una /
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<div class="lagrimas">
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<p class="ensayistico">
Quien enferma, fracasa. Quien muere, fracasa. Quien es herido, fracasa. Las lágrimas representan el fracaso humano. Cuando nacemos lo único que sabemos expresar es a través del llanto. El llanto es nuestra forma de comunicarnos con el mundo. Pero lo olvidamos fácilmente. En cuanto podemos usar palabras y entendemos el lenguaje gestual, comenzamos a utilizarlo para suplantar el llanto por frases. Ahí comienza, entonces, el camino hacia la retórica y más adelante hacia la demagogia y la mentira. Mientras no sabemos hablar no podemos mentir. Somos lo que lloramos. Primitivos, humanos, deformes. No tenemos las capacidades bien desarrolladas. Estamos incompletos. Lloramos por comida, por abrazo, por sueño. Lloramos por abandono y por no saber andar. Lloramos por no saber ser, ni hacer. Lloramos porque queremos, deseamos y nos frustramos. La medicina no ha encontrado un remedio para el llanto, para el fracaso. La medicina ha encontrado un remedio para el insomnio, para el dolor de estómago pero no para parar las lágrimas ni el vacío que se siente cuando uno llora profundamente. Hay algo inexplicable en el llanto que no se puede describir, pero tampoco se puede borrar. Es como si algo quedara en el mapa del cuerpo en su tránsito y renovación celular. Hemos llorado toda la infancia /
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<div class="lagrimas">
<div class="cabeza"><span class="ui-icon ui-icon-pin-w pin"></span></div>
<p class="ensayistico">
Los fluidos, esos líquidos que parecen nimios, quizá tengan más influencia (y miren, la palabra “Influencia”, que viene de fluir, de líquidos que interactúan con nuestros cuerpos, y por lo tanto, con nuestras emociones más profundas) sobre nuestra forma de ser y de pensar que lo que se ha demostrado. Aunque la medicina antigua asumía esta relación y la trataba junto con la enfermedad y la locura.
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<div class="lagrimas">
<div class="cabeza"><span class="ui-icon ui-icon-pin-w pin"></span></div>
<p class="ensayistico">
¿Qué relación hay entre las lágrimas y lo ácido?<br>
La sangre es dulce. Las lágrimas son ácidas, saladas.<br>
Se dice que separarse de la madre es casi el trauma más potente que un humano puede tener. Cuando una madre abandona a un hijo o una hija, y eso puede ser realizado de múltiples maneras, ese ser humano queda indefenso. He notado que no importa la edad que un humano tenga, la ausencia de la madre los transforma. Esas ausencias se pueden dar en muchos sentidos, puede ser cuando la madre limita la vida de sus propios hijos, y ellos, para sobrevivir, se alejan. Puede ser por inconsciencia o cansancio de la madre que los deje a la intemperie. La obra de Bertolt Brecht retrata de la forma más trágica posible esta suerte de complejidad de la relación de la madre con los hijos.<br>
Lo que hizo Trump con esos niños que ha separado de sus familias es parecido a lo que, durante la historia de la humanidad, han hecho los que quieren controlar pueblos con el desgarro de esos lazos.
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<div class="fluidos">
<div class="cabeza"><span class="ui-icon ui-icon-pin-w pin"></span></div>
<p class="ensayistico">
Que nada tiene que ver con los humores, que nada tiene que ver con la salud y la enfermedad, pero sí con el sufrimiento. Porque la política viene de vivir una vida en comunidad y sufrir por los otros y por uno. /
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<div class="fluidos">
<div class="cabeza"><span class="ui-icon ui-icon-pin-w pin"></span></div>
<p class="ensayistico">
Porque el sexo, el semen y los fluidos vaginales son parte fundamental del funcionamiento del cuerpo. Y los estudios sobre el acto sexual han llevado al desarrollo del psicoanálisis, pero también de obras literarias de gran envergadura. Esta última palabra tampoco es casual, pues tener la verga dura (ya sé que no es el significado de “envergadura”; jugamos, por un momento, a que sí) significa también excitarse por los estudios sobre la sexualidad mientras uno se masturba pensando en la alumna y el maestro, o la niñera y el señor que le paga, o en miles de páginas pornográficas y revistas para señores. La sexualidad y la violencia van de la mano. Y el poder y la sexualidad parecen la perversión, de alguna manera, de un buen vivir olvidado. No se puede escribir de forma correcta en tiempos donde mujeres yacen encarceladas maquilando la ropa que usamos, ni los niños centroamericanos duermen en jaulas como perros, ni hombres y mujeres huyen en balsas o en trenes o en camiones para llegar a una frontera que no es permisiva, que los ilegaliza y los procesa, que los encierra y los separa de sus hijos. Si esto no tiene que ver con la enfermedad, con la sexualidad, con la falta de libertad, con la idea de opresión y poder, entonces parece que no tiene sentido este libro, este escrito, este sentir.<br>
(Aunque, efectivamente, este texto no sirve de nada para cambiar los problemas del mundo, eso está claro. Qué espanto la exposición de la incongruencia, ¿cierto?).
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<div class="fluidos">
<div class="cabeza"><span class="ui-icon ui-icon-pin-w pin"></span></div>
<p class="ensayistico">
Argumentar de forma racional no tiene que ser algo frío. Argumentar de forma científica tampoco. Buscar la cura a la locura tendría que estar relacionada con buscar la cura de los cuerpos, de la sensación de sentir la piel y el sudor del otro. De sentirse unidos, de sentirse uno solo por un momento.<span class="italica"> Hacer el amor</span>, se dice en mi país cuando no se quiere decir que lo que pasa es la intersección de dos cuerpos y sus fluidos. El acto es placentero, pero también doloroso. La vulnerabilidad es necesaria para poder disfrutar. Y entonces aparece aquí un problema: para disfrutar el cuerpo hay que estar “flojito y cooperando”. Esto quiere decir<span class="italica"> relajado</span>. Para estar relajado uno tiene que tener confianza en sí mismo, en el otro, en el mundo. De tanta religión oscurantista nos llega solo esta culpa profunda de vivir. Este destino de desterrados, esta encarnación del sacrificio de Abraham por su hijo. De esta religión nos viene entonces una rigidez y miedo. Ambos necesarios para la manipulación de las mentes y los cuerpos. /
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<div class="fluidos">
<div class="cabeza"><span class="ui-icon ui-icon-pin-w pin"></span></div>
<p class="ensayistico">
 Nos dan pie algunos textos rebeldes, algunas escrituras no subordinadas, y ahí estamos. Pero no a tantos, es más, a casi ninguno le llegan esas escrituras. Porque no están en las estanterías, ni en las bibliotecas públicas. Porque no están en los misales, ni en los cantos antiguos. Porque no están en los cuentos de hadas, ni en las películas de Hollywood: están cifradas en libros casi impenetrables. Otra palabra importante a la hora de pensar es que con esos libros uno no puede<span class="italica"> hacer el amor</span>. Es decir, su escritura teórica, sus argumentaciones, implican un pensamiento formado. Para acceder a esos escritos, entonces, no solo se necesita de cierta formación, sino de una deformación radical. De una búsqueda personal, de una necesidad de leer al revés. Pero ahí están, abren sus hojas para ser leídos, para ser inspiradores de otros textos pero, sobre todo, de otra vida.
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<div class="fluidos">
<div class="cabeza"><span class="ui-icon ui-icon-pin-w pin"></span></div>
<p class="ensayistico">
Sin sexo, sin palabras, sin conocimiento, así andan la mayoría de las personas de este planeta. Máquinas consumidoras de productos industrializados donde se venden cuerpos plastificados, museos muertos, pinturas en repetición, arte mercantilizado, festivales, premios y viajes para quienes saben decir:<span class="italica"> Bueno, esto es lo que hay</span>. Habría que irse de nuevo a la cama con el amante joven, comenzar a lamerle el prepucio, disfrutar la no productividad que trae la libertad y el sexo. Dejar pasar el tiempo entre las cortinas que se vuelan, las sábanas que se ensucian y las caminatas con el cuerpo descompuesto. /
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<div class="fluidos">
<div class="cabeza"><span class="ui-icon ui-icon-pin-w pin"></span></div>
<p class="ensayistico">
Habría que volver a la mirada que posaba sobre su cuerpo por días, meses, años, sin intentar decir nada más, sin la necesidad de abrir un solo libro o escribir. Porque el sexo lo que produce son ganas increíbles de pintar. De bailar. De gozar. Porque lo que produce el sexo es música de vida. Entonces, claro que Nietzsche se vuelve parte de este camino. Y ahí nos viene acompañando con sus textos, al igual que Bataille, al igual que el Marqués de Sade. Entonces, claro que nos acompañan esos que escribieron desde una cama, como Proust; o los que perdieron el tiempo y la vida, como Thomas Mann, y nos dejaron esas joyas llenas de sensualidad al infinito, como<span class="italica"> Agua viva</span>, de Lispector. Como el sexo, la lectura, la deformidad en todo lo que da, el desfase del tiempo en los cuerpos y las caricias y la penetración que descansa en cada jadeo y la reiteración de la libertad y del desborde emocional. De ahí el alcohol, el vino, la sangre, las lágrimas y todo lo demás. De ahí fumar, viajar, perderse, coger en el medio de la selva, venirse como si una fuera una flor de campo, un volcán que ahí, parado y extasiado, se prende fuego y llora y abraza al mundo, y se desborda como la selva exótica con sus sonidos y sus lluvias torrenciales.
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<div class="fluidos">
<div class="cabeza"><span class="ui-icon ui-icon-pin-w pin"></span></div>
<p class="ensayistico">
Ahora se dice en las revistas que las mujeres de cincuenta o sesenta años necesitan sexo. Pero, ¿qué pasa con compartir la vida con una sola persona? ¿Qué pasa cuando los cuerpos de las mujeres tienen hijos, se cansan, se desgastan, se vuelven tumba en vida? ¿Qué pasa cuando la juventud de una mujer acaba? ¿Qué pasa cuando los hombres viriles y viejos miran las piernas de las mujeres con pieles más tersas, más llamativas, más brillantes? Las mujeres de cierta edad no producen más que nostalgia. Cuando se busca en Google sobre la sexualidad de la mujer, aparece lo siguiente:<br>
<span class="italica">
El orgasmo es responsabilidad de la propia mujer…
</span>
<br><br>
<span class="italica">
Toda la verdad sobre la sexualidad femenina | ELESPECTADOR.COM
</span>
<br><br>
<span class="italica">
Sexualidad: 10 cosas que buscan las mujeres durante el sexo…
</span>
<br>
<span class="italica">
Mujer y sexualidad: ¿existe una estimulación adecuada? - 15/11/2013…
</span>
<br>
<span class="italica">
Sexo: Qué ocurre con el deseo sexual de las mujeres una vez llegan…
</span>
<br>
Abro el último<span class="italica"> link</span> y leo:
<br>
<span class="italica">
A medida que ellas envejecen, comienzan a experimentar una pérdida de la libido. No obstante, es un proceso natural que además puede revertirse siguiendo estos consejos…
</span>
</p>
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<div class="fluidos">
<div class="cabeza"><span class="ui-icon ui-icon-pin-w pin"></span></div>
<p class="ensayistico">
Entonces el sexo es algo relacionado con el apetito. Como la panza con la comida. El sexo, según este periodista, está relacionado con los problemas de la edad. Pero no con los problemas del ser, del capital, ni de la pobreza. No. Tiene que ver con las hormonas, ya nos dijeron. Tal y como nos dicen que somos monógamos, que somos familias nucleares felices y que así producimos mejor. Como nos dicen que, pasado el tiempo, ya no servimos. Ni como hombre ni como mujer. Una máquina que da de comer, una máquina que da sexo, una máquina que satisface las necesidades de los demás. Una máquina que cuando se avejenta, se abandona. Así. Claro. Sin tabúes. /
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<div class="fluidos">
<div class="cabeza"><span class="ui-icon ui-icon-pin-w pin"></span></div>
<p class="ensayistico">
El humor sexual pasa y vuelve, a veces, como remolino. El humor sexual se vuelve violento, muchas veces, pero también se vuelve lágrimas. Nuestro sexo es como una máquina que puede controlarlo todo cuando la pulsión es extrema, pero también puede matar una parte de nuestro ser. Sin pasión la vida se vuelve un mar de problemas. Se vuelve una carga que parece no terminar. Cuando Camus escribió<span class="italica"> El Mito de Sísifo</span>, seguro que su sexo estaba apagado. La guerra acaba con la pasión, acaba con las ganas, acaba con los sueños. El sueño, las camas y el sexo son una imagen natural. Si no dormimos, no podemos tampoco soñar y si no soñamos, no deseamos. Haz que un hombre o mujer trabajen sin parar por doce horas diarias, haz que estos individuos lleguen a casa hambrientos y cansados. Haz que tengan que cocinar y cuidar a los hijos. Que sea media noche. Que tengan que despertase a las cinco de la mañana para volver al trabajo. Haz que sus peleas sean repetitivas y estresantes. Que la inestabilidad de su trabajo sea una variable fija. Haz que estos individuos no tengan intimidad porque ni tienen tiempo para sí mismos. Tendrás máquinas vacías, sin deseos, ni ganas de hacer nada, por más que las revistas hablen de hormonas. Para poder sentir se necesita tiempo para sentir, para poder pensar se necesita tener libertad en las horas y los espacios para poder hacerlo. Luchar por estos espacios es un camino de vida. Pero aun así, la escritura a veces viene de una frustración por no tener la vida que uno desearía, como en el paraíso, como Adán y Eva. Aunque lo cierto es que hasta que los expulsaron tuvieron mucho sexo e hijos. En el paraíso todo era tan perfecto que hasta Dios sacó a Eva de una costilla. No había necesidad de copular entre Dios y Adán, ni nada por el estilo.
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<div class="fluidos">
<div class="cabeza"><span class="ui-icon ui-icon-pin-w pin"></span></div>
<p class="ensayistico">
Así que ni Adán ni Sísifo tenían la necesidad de coger con nadie. Uno por ser el preferido de Dios y otro por subir la piedra por la montaña, eternamente. Por alguna razón los grandes héroes no se dejan llevar por el canto de las sirenas. Mantienen el estoicismo que devino después en una forma de vivir y pensar entre los pobladores europeos. Luego la religión logró nuevos vuelos, ya sabemos todo lo que inventó y obligó.
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Hablar de los propios fluidos vaginales no es tema de moda. Ni tema tampoco que, al final, le importe a alguien. Quizás es solo para crear una memoria del cuerpo. Como las memorias de mi abuela, que escribió para luego abandonarlas. Quizá sea solo una forma de pasar el tiempo. Pensarnos al escribirnos. Un acto de conexión con uno mismo. Como el sexo. Que es también eso. Descubrir cómo se eriza la piel con el contacto de los dedos. Los besos amorosos de mi esposo. Su mirada. Mi estar. Su respirar. Su dormir. Su preocuparse. Su hablar. Su repetir. Su deseo. Su furia. Su canto. Su música.
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<div class="sudor">
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El sudor viene cuando hay un esfuerzo o un miedo. Sudamos frío. También. Estamos alerta. Estar alerta es estar despierto, listo para enfrentarlo todo, es estar vivo, pero también generar adrenalina. La obsesión, el deporte y la escritura tienen algo de eso. Comparten el vértigo de la velocidad. El sudor es la marca del ímpetu. La obsesión nos lleva a la excelencia, a la locura y a la muerte. Pero nadie puede imaginar que la Capilla Sixtina se haya hecho sin obsesión o el trabajo de algunos artistas barrocos se haya realizado en la comodidad de la existencia pura. Sor Juana Inés de la Cruz escribió páginas y páginas de odas, obras, canciones, cartas; sin obsesión no hay mejoría de ninguna técnica. Pero la obsesión también produce una de las peores enfermedades mentales que yo haya conocido en mi entorno familiar.
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Lo que llama la atención de esta entrada es que después solo hablan de las enfermedades que produce el sudor. Que si se suda mucho, que si huele mal, que si hay que evitarlo. Existen aerosoles que producen un olor más dulzón que el sudor, además de que también está relacionado con la presencia fresca y limpia del cuerpo en un ámbito social, de trabajo o hasta en el transporte público.
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Entonces, según la cultura actual, el sudor es algo que debe evitarse. Igual que la sangre de la menstruación o las lágrimas. Por otra parte, el semen y los fluidos vaginales deben mantenerse en la intimidad y sin mucho olor. Todos estos líquidos son penetrantes al olfato y también manchan la ropa. Algo que los detergentes intentan lavar, limpiar, cubrir, destruir. Hay que destruir los excesos, las palabras y todo lo que se relacione con el sudor… opinan los que fabrican productos para vender cosas innecesarias.
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Las culturas tienen diferentes olores de sudor. Cuando vivía en Italia me pareció que el sudor tenía olor a cebolla y a ajo. En Argentina el sudor es amargo y en México el sudor compartido en el transporte público se relaciona con la fritanga. El sudor mexicano huele a aceite.
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El sudor es identidad. Es lo que comemos y somos. El sudor también es lo que otros huelen de nosotros. Eso y el aliento de lo que comemos. Entonces, el sudor nos representa como ningún otro fluido. Se dice que somos lo que comemos. Nos atrae o desagrada una persona a partir de su sudor.
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